La miel, es ese delicioso edulcorante natural elaborado por las abejas. Lo cierto, es que se trata de un alimento que, debido a sus numerosas propiedades nutricionales, ha sido empleado desde la antigüedad.
Su elaboración se lleva a cabo únicamente por las abejas de la miel o apis; así como por las abejas que carecen de aguijón o las meliponinas. Estas son las únicas especies que producen la suficiente cantidad de este néctar, como para que sea fructífera su recolección.
Lo cierto, es que existen muchos mitos y verdades en torno a este delicioso manjar. A continuación, te mostramos algunos de los más sonados, ¡atentos!.
Cambios en el color, textura o viscosidad de la miel
La mayoría de las personas consideran que la miel se estropea cuando cristaliza, pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que su cristalización se lleva a cabo por un proceso natural, que se produce cuando se conserva la miel durante mucho tiempo.
La cristalización de la miel se lleva a cabo cuando el agua se satura, separándose de la glucosa y formando unas pequeñas estructuras con forma de cristales.
Cuanto mayor sea el porcentaje de agua, mayor probabilidad habrá de que cristalice. Un proceso similar ocurre cuando este edulcorante se almacena a baja temperatura.
En cualquier caso, este alimento no se estropea al cristalizar, por lo que se puede seguir consumiendo con normalidad. Sus propiedades y sabor serán los mismos independientemente del estado en el que se encuentre la miel.
Aún así, si queremos que vuelva al estado líquido, podemos ponerla al baño maría hasta que se diluya.
La miel debe ser líquida
Existe la idea equivocada de que la miel de abeja debe ser líquida, que nunca se endurece, pero esto no es así. Lo cierto es que podemos encontrarla de tres formas distintas: líquida, sólida o en forma de crema.
Generalmente, la encontramos en estado líquido, ya que las abejas la producen y se realizan una serie de procesos que facilitan la existencia de una temperatura y ventilación apropiadas, que mantienen la humedad de la miel correcta. Esto facilita la obtención de un néctar en perfecto estado para su consumo.
En cambio, cuando la miel es sacada de la colmena, se produce un cambio tanto en el medio, como en la humedad, haciendo que pierda propiedades… pero ¡ojo! Solo afecta a las propiedades físicas, no a los beneficios.
Con esto, la consistencia se altera, terminando en alguno de los tres estados. Dependiendo del estado en el que se encuentre, sus características cambian. Por ello, aunque pueden emplearse de maneras distintas, esto no las hace ni peor ni mejor… solamente ¡diferentes!
La miel no se estropea
Según se ha podido constatar a través de diversos hallazgos arqueológicos, los antiguos egipcios ya usaban la miel. Así, se han encontrado vasijas de miel en el interior de las tumbas de los faraones, pero lo más curioso de todo, es el hecho de que este néctar sigue siendo comestible 3.000 años después.
De este modo, podemos afirmar que la miel no se estropea con el paso de los años. Sin embargo, sí que debemos tener en cuenta que aunque no se estropee, sí que pueden variar su sabor, textura o aroma con el paso del tiempo.
Para garantizar que estas cualidades se mantengan durante el mayor tiempo posible, se recomienda guardar la miel adecuadamente en un bote herméticamente cerrado.
Este bote, debería ser almacenado a temperatura ambiente en un lugar seco, donde no haya demasiada humedad y no le dé la luz solar directamente.
Ahora bien, ¿por qué la miel dura tanto tiempo sin estropearse? Lo cierto es que el secreto de su durabilidad se debe a una enzima que contienen las abejas en su estómago. Esta enzima evita el crecimiento de las bacterias, transformando el néctar absorbido en ácido glucónico y peróxido de hidrógeno.
La miel debe ser de un color concreto
Este mito es como el anterior, no hay una ley, ni una fórmula exacta, ni un único tipo de miel.
Hay muchos factores que afectan a la miel, desde la ubicación, las condiciones meteorológicas, la estación del año… De este modo, existen mieles de una gran variedad de colores y sabores.
Así, la tonalidad de la miel puede variar notablemente desde un color casi blanquecino o un muy suave, hasta matices de color ámbar oscuro, dorado o café. En función de cuáles sean tus necesidades, puedes optar por mieles claras u oscuras:
- Las mieles claras: Ricas en vitamina A, las mieles claras constituyen una gran fuente de energía y cuentan con numerosas propiedades reconstituyentes que son beneficiosas para el organismo.
- Las mieles oscuras: Estas mieles cuentan con numerosas propiedades antibacterianas y son ricas en minerales como el hierro, fósforo o magnesio.
Más nutritiva que el azúcar
Se trata de un alimento compuesto por agua, vitaminas, minerales y enzimas. Entre los beneficios de este endulzante natural encontramos:
- Aporta energía necesaria para el organismo
- Rica en antioxidantes beneficiosos para las funciones cerebrales
- Rica en hidratos de carbono y glucosa: Por eso la miel es considerada un proveedor de energía natural
La energía que aporta la miel, es comparable a la obtenida de la cafeína, pero su duración es mucho mayor. De hecho, diferentes estudios certifican cómo la miel es una alternativa saludable a los edulcorantes, tanto naturales, como artificiales.
Esto se debe al hecho de que es mucho más dulce, y se precisa de menor cantidad para obtener la misma energía.
Mejora el sistema inmunológico
Pero la miel no sólo es un endulzante natural. Este alimento cuenta con numerosas propiedades medicinales, que van más allá de combatir infecciones.
Lo cierto es que tomar una cucharada de miel diaria contribuye a reforzar el sistema inmunológico. Esto se debe al hecho de que este endulzante natural, facilita la producción de células inmunológicas, al mismo tiempo que ayuda a combatir alergias o alivia las molestias de garganta.
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